domingo, 9 de mayo de 2010

Hardcore Kindheitserinnerung

 Me tomo un cóctel de nicotina – cafeína – azúcar, preparado en una inocua moulinex edición aniversario, tonos pasteles.

Usá tu ilusión, usá tus ilusiones, lo repito como un mantra.

Rezá por mí.
Me voy al desierto.
A buscar la cabeza que perdí.
Y al healer imposible que me imponga sus manos.
A la mujer que me siga amando después de que me tire a su hermanita menor.
Había un contenedor de basura.
En 1965.
Adentro, un brazo y una cabeza.
No era la mía.

Han caído cortezas de mí. Imperios han venido y desaparecido.

So goodbye to you, girl.
So long, farewell.
I can´t hear you crying.
Your jivin´s been hell.

Más tarde, en 1982, las mujeres son algo así como una iglesia. Sólo que a veces hay risa. También está Pablo mirándome con toda la maldad de sus ocho años (y yo tenía cuatro), diciéndome: vos sos un GIL, gil de goma. Bien, más tarde lo mataría. Soñaba con ácido de baterías desintegrando un auto negro antiguo. Chorreaba desde un robot infernal que, sin embargo, se sentaba en un trono en el cielo. Dentro del auto una mujer desnuda, salvo por su imponente tapado de piel, escuchaba la radio y sentía ganas de… de… bueno, de cagar.

Todo esto pasó. Pasaba bastante a menudo. Tan a menudo como me miraba en el espejo la cicatriz de la panza. En ese momento era descomunal. Hoy es sólo un leve factor de distanciamiento entre alguna estúpida y yo. No demasiadas personas soportan la visión de tejido muerto.

Había un contenedor de basura. En 1965. Adentro, un brazo y una cabeza. No era la mía.
Desde el fondo de la inmundicia, alguien gritaba: “get the money, motherfucker,  ´cause I got no more patience”.