jueves, 8 de marzo de 2012

Epílogo














  

Hola. Soy un artista. Antes era otro artista. El otro artista que era antes componía y escribía con cierta destreza que el artista que soy actualmente suele sugerir como mediocre. El Anterior gozaba de la aceptación del respetable público y de la de sí mismo. El Presente de ninguna de ambas. Cava erráticamente y suele ir tan profundo que llega a encontrar fuego a menudo. Demasiado fuego como para sentirse cómodo consigo mismo y -por supuesto- para que los demás se acomoden cómodamente en sus butacas a relajarse y disfrutar sin miedo a ser interpelados en sus nervios pelados. Es demasiado tarde para ser adorable. Demasiado tarde para ver amanecer en la ruta. La radicalización comprará soledad (unicicidad) inexorablemente y ya no se vuelve a atender a aquella cosa adorable. Desde mi blanca Roland TR-505 van aplomándome los beats opacos e imposibles que elijo para hacer ardua mi nueva música, que sonará mal hecha para mis former consumers. Mal arreglada, rota y descosida. A mi favor diré que mis intentos me resultan inexpugnables a mí también. Consecuencias de haber implosionado y ostentar radicales libres por doquier. Donde haya terminales nerviosas, sentir placer o dolor será una cuestión de variar la cantidad de fuerza aplicada. La sensibilidad es lo que me obliga a deconstruírme, ya siento los impactos y las emociones -cada una un paradigma- que caldean nuevas estrellas, planetas y cangrejos en el joven universo sólo para viajar en el sonido del adiós.