domingo, 19 de diciembre de 2010

El Mal Mundo














-So a vampire can cry.
-Once, maybe twice in his own eternity.


http://www.goear.com/listen/86c7b81/adagio-for-strings-samuel-barber

Quienes viven en la feliz normalidad suelen considerar que el Mal Mundo es todo sombra y frialdad.
Y a las ciudades de la noche, y a la gente que se degrada dentro de sus muros, de la vida del exceso, que es la vía de la calamidad.
No sabría yo defender al Mal Mundo que a veces, en efecto, es turbio, y se puede llenar de sordidez, y saber crecer como ceniza en lo violento. Pero debo decir que quienes desconocen el Mal Mundo no sólo ignoran su oscuridad, sino también su extraña luz lunar y gótica, o, si pudiera decirlo así, su portentosa luz galáctica, fría en apariencia, hermosamente violeta, con la extrañeza del hielo y el temblor de la pureza, la limpidez de lo muy puro. El Mal Mundo es una rara catacumba poética. No es el reino de los padres, o los novios, que se adentran en la noche cada fin de semana. No lo es. Es un reino aparte. Una cosa salvaje. Un Mal Lugar, un Mal País.

sábado, 12 de junio de 2010

Gotas











hablame de los niños que nunca despiertan

de cómo un piano gotea

lentos sueños sobre sus frentes

miércoles, 2 de junio de 2010

Psycho

La psicóloga dice
que ella dibuja ojos
(eso es algo evidente)
y manos
(eso es algo más sutil)
porque tiene la necesidad
de que la miren
y la sientan

Pero yo digo
que ella
sólo es una excelente
decoradora de espejos

domingo, 9 de mayo de 2010

Hardcore Kindheitserinnerung

 Me tomo un cóctel de nicotina – cafeína – azúcar, preparado en una inocua moulinex edición aniversario, tonos pasteles.

Usá tu ilusión, usá tus ilusiones, lo repito como un mantra.

Rezá por mí.
Me voy al desierto.
A buscar la cabeza que perdí.
Y al healer imposible que me imponga sus manos.
A la mujer que me siga amando después de que me tire a su hermanita menor.
Había un contenedor de basura.
En 1965.
Adentro, un brazo y una cabeza.
No era la mía.

Han caído cortezas de mí. Imperios han venido y desaparecido.

So goodbye to you, girl.
So long, farewell.
I can´t hear you crying.
Your jivin´s been hell.

Más tarde, en 1982, las mujeres son algo así como una iglesia. Sólo que a veces hay risa. También está Pablo mirándome con toda la maldad de sus ocho años (y yo tenía cuatro), diciéndome: vos sos un GIL, gil de goma. Bien, más tarde lo mataría. Soñaba con ácido de baterías desintegrando un auto negro antiguo. Chorreaba desde un robot infernal que, sin embargo, se sentaba en un trono en el cielo. Dentro del auto una mujer desnuda, salvo por su imponente tapado de piel, escuchaba la radio y sentía ganas de… de… bueno, de cagar.

Todo esto pasó. Pasaba bastante a menudo. Tan a menudo como me miraba en el espejo la cicatriz de la panza. En ese momento era descomunal. Hoy es sólo un leve factor de distanciamiento entre alguna estúpida y yo. No demasiadas personas soportan la visión de tejido muerto.

Había un contenedor de basura. En 1965. Adentro, un brazo y una cabeza. No era la mía.
Desde el fondo de la inmundicia, alguien gritaba: “get the money, motherfucker,  ´cause I got no more patience”.

miércoles, 14 de abril de 2010

Estrellas

No tengo tiempo. Me perdí en el tiempo.
El Dios se llama Abraxas.
Pan de Tristeza.
Tu perfume es algo que revuelvo con el té.
La alfombra está estrellada, estrellada, estrellada.
La Fe y la Belleza de una Virgen de las Rocas.
Yo la dibujo y la alfombra.
Aire (los dragones no han nacido para ser abrazados).
Toda la Lluvia.
Vos estás, simplemente estás y sos una carta y la luna. Tus lágrimas el arcano que me revela la vida. Estás estando, entre ratoncitos grises que suelen coronarte con hojitas y pétalos marchitos, como una infanta heredera del cielo refugiada en subterráneos. Jugando a taparle los ojos a la eternidad. Tus realidades, sótanos de realidades, y el miedo que nace. Sí, como Venus nace.
Mirando el techo como quien mira el cielo buscando la estrella más linda hecha con los vidrios menos rotos. La estrella más linda de una noche cualquiera diferente a la mía. Hubo que pintarlas, al fin, por piedad o por jugar. Bellezas tibias sobre el cielorraso descascarado. Y entonces las contás una vez, y otra vez, y otra, y para siempre, para no morir, y hasta para mí, cantándome bajito al oído esa canción de cuna:

¿Cuántas estrellas hay solas?
¿Y cuántas de ellas son tuyas?