jueves, 24 de septiembre de 2009

Mousse

Me extrañabas con las tormentas. Y allá en tu pueblo me extrañabas. Yo acostumbraba a pintarme los párpados con algún remedio para la arena que no vuela, a pensar en ángeles y chocolates, a tomarme el tren de las 11. Intentaba hacerte alguna cosquilla. Después todo se pudrió como un delirio en un loquero, es decir, se hizo fuerte. Entonces te fuiste de mí y de mis calles, y yo tuve medio sueño con una prostituta virgen que me enamoraba con mimos y sin sexo. No eras vos. Vos eras la del otro sueño, la desnudez de un único collar con lágrima de metal arrancada de mi niñez en la playa perdida. Lejana. No-vida. Apagada ya, para darle lugar a éste paño de póker desganado, a éste montón de cáscaras de manzanas prohibidas. En fin, en un rato va a pasar el tren. Y lo voy a ir a esperar, para dejarlo, nomás, que pase, y después sentarme en el puente, tranquilo, recién ahorcado, a buscar las huellas de tu felicidad.